Es duro reconocer los errores cometidos, es doloroso reincidir, pero es patético no afrontar la situación, y mucho peor no tener valor de enfrentarte a ellos, no dar la cara cuando ocurre, y lo peor de todo es no ser honesto con la persona a la que debes de dar explicaciones, aunque no te las pida, hay que ser valiente para ir de cara y con humildad, con tono franco explicar todo lo que ocurre y por supuesto ser consecuente y asumir lo que hemos hecho, tenemos derecho a equivocarnos, pero hay que estar preparados para asumir las consecuencias
Esto es una pequeña crónica de algo que pudo ser y no será, de cómo una persona encuentra lo que tanto buscaba por una casualidad del destino y como por meritos propios deja que todo se descomponga y se disuelva, en resumidas cuentas como dejar de tener a la persona que quieres por no estar preparado y no ser consecuente, si esto le sirve a alguien para no cometer este error, daré por bueno el tiempo y el esfuerzo empleado.
Por mil años que pasen, nunca podré perdonarme el hecho a que me refiero, nunca, y digo nunca, debí escuchar cantos de sirena y permitir que unas promesas de futuro de otra persona enturbiaran la real y estrecha relación en la que me encontraba, con una persona que me llenaba y daba lo que yo necesitaba y quería, todo era sencillamente especial, momentos eternos, sensaciones etéreas, sonidos incandescentes, sabores intensos, perfumes agridulces y una compañía plena me envolvían, simplemente lo que hacia tiempo había deseado y no encontraba, tenía todo lo que podía desear con esa persona, la plenitud me acompañaba y la felicidad iba a mi lado.
Por mi mala cabeza y peor corazón me dejé llevar y cometí el peor error, sentí la necesidad de probar las mieles en otra boca, escuchar palabras de otros labios y dejarme llevar por otras sensaciones, a partir de aquí, comienzo a escribir el diario de un cobarde, comenzaban las lagrimas y el desazón, la confianza que habían depositado en mi la había usurpado, mis ojos nunca podrían mirarte de la misma manera, y el único don del que podía presumir hasta ese día, yo mismo lo había incumplido, yo mismo me había fallado y por supuesto había sido inmerecidamente infiel, una cadena de despropósitos comenzó a forjarse, todo lo que antes era confianza y franqueza, desaparecía día a día, la claridad y el sol poco a poco se convirtió oscuridad y tormentas, el castillo se deshizo y todo lo que habíamos construido con cariño y comprensión se fue desmoronando, los naipes fueron cayendo uno a uno, hasta que no quedó nada, hasta que tu me sujetaste de los hombros y me dijiste basta, hasta que por fin uno de los dos, paró todos estos despropósitos, y tuviste que ser tu, no había cometido bastantes errores, que también tuviste que abrirme los ojos y terminar con lo que tanto quería y no había sabido mantener.
Solo resta, pedir disculpas, humildemente asumir la culpa, dar media vuelta y perderse entre las sombras, desaparecer y renunciar a este sueño de verano, que podía ser una realidad, merecida respuesta a una actitud desleal y sibilina.
Ahora solo queda llorar la perdida, aprender la lección y desearte toda la suerte del mundo, yo de momento, tengo mucho que aprender y recapacitar, tengo que pagar mi error con tu ausencia, y por supuesto reconocer que he sido un cobarde, justo lo contrario de lo que antes presumía, el tiempo todo lo pone en su sitio, y en este caso ha sido justo juez de lo acaecido.
Nunca creáis que la mentira prevalecerá sobre la verdad, y aunque así fuera hay que ser valientes para afrontar las consecuencias de los desengaños y las ficciones en las que entramos y a las que sometemos a otras personas.